sábado, 9 de mayo de 2009

SOCIEDAD ENFERMA

Cuando en un lugar determinado se comete un crimen execrable y los miembros de la comunidad ciudadana que viven en dicho lugar no experimentan ninguna sensación de rechazo, o mira para otro lado, suele decirse que "la sociedad está enferma".
Hace ya varias horas que ha finalizado el partido Ahtletic-Betis.
A pesar de que el fútbol no es más que un entretenimiento, no debe ser otra cosa, es inevitable que los aficionados de los diferentes equipos nos sentamos agraviados o molestos cuando se pierde un partido.
Cuando tu equipo se juega la permanencia en la primera división, existe, además, un componente añadido de preocupación.
Tras ver el partido antes referido llego a la conclusión de que el Betis, mi Betis, se dirige inexorablemente hacia la segunda división.
Incomprensiblemente, la preocupación no parecen sentirla los profesionales. Finalizado el encuentro pienso que el agravio, la molestia o la preocupación sólo es vivida en carne de los que pagamos y no por quienes cobran grandes cantidades de dinero por jugar un partido cada siete días.
Y esto me indigna. Me repugna que once profesionales con sueldos varias decenas de veces por encima de la media española ofrezcan una lección de indolencia, apatía y poca inteligencia ante un país entero.
Y me indigna porque mientras vuelan de vuelta a Sevilla, varios miles de seguidores andarán inquietos por saber qué va a ser de su Betis.
Sin embargo, creo que el problema de que eso ocurra y se consienta obedece a que los béticos somos tan indolentes como quienes saltan al campo cada domingo.
Llevamos ya cuatro largos años de agonía deportiva y todos, absoutamente todos, los que formamos parte de la sociedad bética permanecemos impasibles mientras se consuma el execrable crimen de matar al Betis poco a poco.
Y miramos para otro lado porque seguimos consintiendo que un majadero rija los destinos de nuestro equipo sin hacer nada. El tal sujeto nos perdió el respeto el día en el que, por primera vez, en los coyunturales tiempos de vacas gordas, se le pidió el saludo público desde todo el campo.
Desde aquel momento construimos un monstruo que, para más peligro, se ganó la credibilidad de la mayoría de la comunidad bética.
El tiempo ha demostrado que el autodenominado salvador del Betis no es más que un patán que, escudándose en su presunto beticismo, ha deshilachado las costuras de una entidad con ciento dos años de historia.
El Betis actual es un muñeco se trapo en el campo a merced de cualquier equipo de medio pelo. Pero eso ocurre porque los miembros de esta sociedad consentimos, desde hace tiempo, que su destino sea regido por quien no merece más que el desprecio.
La falta de inteligencia de Arzu, siempre da el pase tarde y mal, la actitud displicente de Melli, el egocentrismo de Emaná, la falta de actitud de Edu, la incompetencia de Rivera o la penosa estampa de Damiá tienen su origen en la falta de liderazgo y de talento de quien, año tras año, nos hunde un poco más en la miseria.
Porque si Lopera fuera competente, inteligente y estuviera preparado en algo más que en el arte del engaño como medio de ganarse la vida, probablemente no seguría Arzu dándole la pelota simpre al contrario, ni Melli estaría mostrándonos su incapacidad cada semana, ni Rivera trotando en busca de no se qué por el campo...
A nadie sorprende lo que hacen nuestros jugadores, porque se veía venir desde hace años. Todos lo veíamos venir. Sin embargo, basta que el mandamás contrate dos o tres peloteros cada verano para que cale en el sentir popular la idea de que, un año más, tenemos el mejor equipo que en Heliópolis se haya visto.
La podredumbre del Betis, se extiende a todos sus estamentos.
Una muestra de ello es la denominada Radio Betis. Desde hace algún tiempo vengo esuchando a veces, reconozco que por morbosa curiosidad, esta cadena de Radio. Hay en ella un locutor, que creo que tiene el cargo de director de comunicación del club, que lanza continuas soflamas en favor del innombrable y en contra de cualquier crítico.
Resulta patético escuchar como un periodista, cuya voz me permite adivinar que es joven, es capaz de estar todo el día hablando por boca de su amo sin que se vislumbre el más mínimo indicio de vergüenza. Cabe preguntarse cuánto cuesta la dignidad de una persona.
Pues escuchaba hoy esta emisora y me dejaba perplejo la ausencia absoluta de autocrítica.
Pero hay más cosas podridas. Podríamos hablar de quien ostenta la Presidencia de la entidad, lamentable papel el suyo, o de quienes se integran en el órgano de administración del club, que probablemente ocupan los cargos por mera ostentación.
Podríamos igualmente hablar del trato al socio. Podríamos hablar del estado de las instalaciones. Podríamos hablar de que los asientos no los han limipado jamás, de que a los baños del estadio no se puede estar sin que asomen las náuseas, de la imagen pública que los personajes que representan al Betis proyectan al exterior...
Todo ello se reconduce a la responsabilidad de un único sujeto, el que nos lleva a la indignidad.
Por eso, los resultados deportivos no son más que un trasunto de lo que ocurre en nuestra sociedad bética.
La necesidad de acabar con este estado de cosas es imperiosa. Y no bastan los fuegos de artificio de quienes presuntamente pretenden acabar con la dictadura acudiendo a los Tribunales, o los que limitan su oposición a escasas apariciones públicas en las que siempre expresan las mismas palabras grandilocuentes.
Es la hora de la catársis. Es la hora de que, por fin, todos hagamos lo que sea preciso para acabar con la deshonra. Dejémonos de posturas cómodas y acabemos con esto de verdad, sin matices.
Porque mientras ello no sueda y sigamos mirando para otro lado podrán tacharnos, y con razón, de sociedad enferma...

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